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El Museo Marítimo de Barcelona pretende explicar cómo un país pequeño y con escasez de recursos naturales y una demografía reducida a principios del siglo XVIII, se convirtió en el siglo XIX en una potencia industrial del sur de Europa y cómo contribuyó al comercio marítimo con América. La muestra también permite conocer cómo el comercio y la construcción naval ayudaron a la gran transformación y modernización de Cataluña en el siglo XIX y reflexiona cómo ha cambiado la relación de las personas con el mar.

La exposición parte del inicio del siglo XVIII, cuando después de la Guerra de Secesión, Cataluña tiene abolidas las instituciones del gobierno y es un país empobrecido y castigado por la guerra. Pero en un par de generaciones Cataluña vive un crecimiento demográfico y económico que permitió no solo salir del estancamiento, sino que supuso dar un gran paso adelante.  Desde la Junta de Comercio de Barcelona, creada en 1758, Antoni de Capmany, considerado ahora un pionero de la historiografía económica europea, demostró a través de sus estudios históricos que Cataluña era un país con una tradición navegante, comercial e industrial muy enraizada. Este carácter emprendedor, favorecido ahora por una estructura dinámica, podía hacer posible volver a crear un ciclo de progreso y generar riqueza en todo el territorio. El pasado marítimo del país se convertirá en un capital todavía más valioso y el progreso llegará, de nuevo, por mar.